lunes, mayo 23, 2005

Hoy

Hoy, tuve un sueño; el mismo de hace una semana, desperté de un sobresalto, me dirigí al baño y enjuagué mis ojos con abundante agua durante un largo rato para despejar el sopor. Era temprano aún y Julio dormía en nuestra cama como un bebé, hace dos años que vivimos juntos. Me gusta estar con él, me hace reír y es muy atento, pero aveces me incomoda su presencia y temo que la rutina haya matado el encanto de los primeros días. Preparo un café para despertar y calentar el cuerpo, hace frío y afuera la lluvia no da tregua, reviso las facturas y cuentas por pagar mientras hierve la vieja tetera que herede de mi madre el día en que decidí vivir sola, entre el arriendo y los gastos universitarios se me diluye el poco dinero que gano como mesera en el restorán, Julio ayuda en lo que puede, el también estudia y en estos últimos meses se nos ha hecho difícil existir con dignidad, pero estoy tranquila ya falta poco; es lo que me repito cada noche. ¿poco para qué? Si al salir de esta burbuja estudiantil nadie me asegura que cinco años de estudio y preparación para ser una destacada profesional me servirán de algo, quizás siga de mesera y mis estudios y el dinero invertido se irán a la mismísima mierda.
El ruido de la lluvia en el techo y de la gotera en el baño me adormece, pero el pitito suave de esa vieja tetera me avisa que el agua esta lista , tomo una taza, me sirvo café, me acerco a la ventana; desde este quinto piso se pueden ver los árboles de la plaza, el agua en el asfalto, y a Matías saliendo de su casa hacía el colegio, él es un niño pequeño, de rasgos tiernos cuando quiere cariño, pero duros y amenazadores cuando hablan mal de los suyos, tiene ocho años y es más conocedor de la vida que cualquier viejo sabio. Sale de su casa casi al alba para llegar temprano al colegio, pues no tiene dinero para la locomoción, cada vez que puedo mis propinas como mesonera son para él, su madre trabaja de noche, nadie sabe dónde, sólo yo y Matías, me lo confeso una tarde en que lo vi sentado solo y cabizbajo en los escalones de su casa, me llamó y me pidió un poco de agua para beber, la plata ese mes se había hecho poca y las facturas del agua quedaron impagas, después de conversar durante un rato me abrazo tan fuerte que unas lagrimas brotaron en mis mejillas así comenzó nuestras amistad. Cuando puedo le ayudo en sus tareas, no sé porque pero desde ese día en los escalones adquirí una responsabilidad que no me corresponde con él.
El despertador en la habitación me vuelve al presente. Julio se ha levantado. Esta mañana no tengo deseos de sus manos abrazándome ni de sus preguntas matinales, finjo estudiar, y al verme tan concentrada en ese gran libro de Ciencias Sociales, Julio comprende el mensaje subliminal y sólo se dirige al baño. Enciendo un cigarrillo, ese primer vicio que aprendí, desde hace años que fumo y en ocasiones me pregunto como es que aún vivo. Cojo una manta, pues el frío me cala hasta los huesos.
Todavía me pregunto que significa ese sueño, es extraño, pero nunca logro recordarlo por completo, es el único sueño que se me ha repetido durante tanto tiempo.
- Otra vez fumando- me dijo Julio de regreso de una larga ducha matinal.
- Sí, necesito relajarme- le replico un tanto molesta
- Es mejor que salgas a caminar es más sano y además...
- ¡Julio! – le interrumpo- ¡no necesito otro papá, me basta con el tengo!
Hace algunos meses que nuestra relación no va bien, las cosas comenzaron a cambiar desde el día en que me pidió que formalizáramos esta unión “ Como Dios manda”, me negué rotundamente excusando mi decisión con que no era necesario mostrarle a nadie cuantos nos queríamos si yo y él lo sabíamos. Nunca he podido entender esa manía estúpida de las personas de firmar ante la ley unos cuantos papeles y pararse ante ese hombre que dice ser: “el representante de Dios en la Tierra” y que con hipocresía al final del tan usado rito dice: “Hasta que la muerte los separe”, sabiendo que a la primera discusión cada uno seguirá su camino.
Son las ocho de la mañana, Julio se fue una vez más sin despedirse, la lluvia a cesado, me pregunto si Matías habrá llegado a tiempo y a salvo a sus clases. Ayer conocí a su madre, una mujer flaca, de ojos tristes y pómulos hundidos, se notaba en su mirada el ajetreo de la noche anterior, no sé mucho de ella, pero cada vez que esta con Matías lo envuelve de besos y caricias.
El tiempo avanza lento y me siento presa entre las paredes de esta casa, en este cuerpo, presa de mi misma. Trato de distraerme y enciendo el televisor, pero ahí están los mismos programas de siempre, ese personaje absurdo que critica el actuar de los famosos y esa molesta voz en off. Apago ese aparato manipulador y enciendo un cigarro, las ideas vagan en mi cabeza y parece que el reloj, ese maldito enemigo de mi adolescencia, se hubiese detenido en la hora más oscura de mi vida , tomo mi ropa y comienzo a vestirme con prisa como si el tiempo se hiciera corto por llegar a alguna cita, tomo mi bolso sin siquiera rebisar su contenido, pues sé que siempre contiene lo necesario: un buen libro, un lápiz, papel y unas cuantas monedas. Miro esta casa con paciencia memorizando cada recoveco con nostalgia, cierro la puerta y comienzo un camino incierto hacía quien sabe donde. Julio tenia razón “Hace bien caminar”, me aclara las ideas ¿pero que ideas? Si al final todo queda igual. Pienso en Julio, en Matías y en su madre, esa mujer de ojos triste y casados.

Después de largas horas de deambular por estas calles tristes y escuchar el ruido de esta pequeña ciudad enciendo el último cigarrillo, el sol ya comienza a despedirse y la luna me saluda tímida allá a lo lejos, me siento en el borde de la acera, fumo lentamente mi cigarrillo mientras una lagrima se desliza por mi rostro, en la esquina el semáforo dio luz verde a los vehículos que esperaban impacientes y yo ya me canse, ya no quiero seguir alimentando desesperanzas, no quiero despertarme cada mañana con el mismo sueño, no quiero ver más los ojos de aquella triste mujer olvidada por Dios, ni escuchar los sollozos de Martín cuando su madre no llega, no quiero seguir esperando aquello que no llega, ni quiero dormirme cada noche pensando en las cuentas que faltan por pagar, sólo quiero escapar, quiero olvidar y esta es la mejor manera que tengo.